miércoles, 7 de marzo de 2012

Premio Concurso Relato Navideño




Os dejo el relato de vuestro compañero Pedro José Fernández Palenzuela,ganador del Concurso de Relato Navideño.Disfrutadlo.


UN CRIMEN EN NAVIDAD

Las luces de Navidad ya estaban encendidas en las calles de Sevilla y el inspector francés Pierre Josephe se deleitó con sus mágicas formas y colores de camino al despacho de su viejo amigo Paco Gómez.
Una entrada sucia, unas escaleras mugrientas, una pared descorchada y un suelo con 2 mm de polvo, desde luego Paco no trabajaba en el paraíso, pero era un buen amigo y un gran detective. Cada vez que le recuerda le viene una frase a la cabeza: “Las apariencias engañan”. Pero no se encontraba en España solo para hacer una visita a un viejo amigo, le envió una carta urgente pidiendo ayuda para un caso que no lograba descifrar.
Querido Pierre:
Hace mucho que perdimos el contacto, la cantidad de casos en España es sorprendente, al menos así estoy distraído y con trabajo a todas horas, ya sabes que un soltero tiene mucho tiempo libre incluso en Sevilla. Bueno, me estoy alejando de lo que te quería decir. El caso es que se están cometiendo una serie de asesinatos muy extraños, todos los que aparecen muertos llevan un traje de Papa Noel. ¡Sí! Van disfrazados de Santa Claus, los únicos datos que obtenemos son los cadáveres y las cuchilladas en pleno corazón con una especie de navaja, al no descubrir nada más te pido ayuda en este caso como amigo.
PD: Feliz Navidad



Delante de la puerta del despacho, tocó tres veces y un hombre bajito, barbudo y de mediana edad abrió:
-¡Pierre!-exclamó el hombre, pletórico de alegría-¡Cuánto tiempo tío! No te veía desde aquel caso del pirómano francés.
-Si,-dijo secamente Pierre-yo también me alegro de verte Paco.
-Bien vayamos al meollo del asunto-dijo Paco invitando a Pierre a sentarse en un mullido sofá en su despacho-. Todos los crímenes se cometen a medianoche y cada semana aparece un “Santa” muerto y todos apuñalados en el corazón con el mismo tipo de cuchillo clavado, tampoco hay huellas dactilares, aunque espero que tú encuentres algo más.
-Pues vayamos a la escena del crimen-masculló Pierre seriamente-.
Salieron ambos del despacho y vagaron por las calles con el frio en los huesos, debido a que sus finas gabardinas parecían que enfriaban en vez de calentar, e iluminados por las luces de escaparates y farolas llegaron a un parque con una cinta que impedía el paso. Un policía les impedía el paso, pero, tras mostrar identificarse cada uno, soltó momentáneamente la cinta y les dejo pasar.
-Aquí fue asesinado el último- dijo Paco con naturalidad-. Sígueme, esta junto a aquella fuente.
-Sí- respondió Pierre-.
Junto a la fuente; un cuerpo inerte disfrazado de Santa Claus descansaba con una especie de cuchillo en el corazón.
-Este es un buen ejemplo de las escenas que deja el criminal- señaló Paco con seriedad-, y todas son casi idénticas unas con otras.
-El cuchillo que está clavado en pleno corazón es un cuchillo exquisito de caza, se suele usar para degollar a las presas después de atraparlas, el asesino ha de ser cazador- informó Pierre-.
-Joder, que rápido- dijo Paco con sorpresa y alegría-, me vas a dejar mal entre los detectives, yo nunca me había fijado en que fuera de caza, además, el asesino ha de tener pasta, porque es un cuchillo precioso y siempre son iguales en todos los asesinatos. ¡Ya sé! Al criminal lo llamaremos Cuchillo Mucha Pasta.
-Si nadie ha tocado la escena- dijo Pierre sin hacer caso a lo último dicho por Paco- habrá algo, busca hasta lo que creas más insignificante.



Tras buscar durante más de una hora solo encontraron un cigarro en la papelera del parque.
-¿El parque se limpia asiduamente?- preguntó Pierre-
-Sí, cada atardecer- respondió Paco-
-Si es cada atardecer y el asesino actúa a medianoche el cigarrillo ha de ser suyo.
-¡Muy bien! ¡Ahora solo hay que buscar al asesino entre los miles de fumadores en Sevilla!
-No te preocupes, el cigarro es de papel de liar, preguntaremos por los estancos de los alrededores, que han de verificar la edad de sus compradores y deberían tener nombres.
Después de una larga búsqueda por todos los estancos de los alrededores y gracias a algún que otro soborno obtuvieron nombres: Don y Doña Ruiz Castillo, María Hanadeka y Luís Jubert.
-Paco- ordenó Pierre- busca en la base de datos de la policía dirección, antecedentes y nacionalidad.
Tras una visita a la policía y algún soborno descuidado, obtuvieron toda la información que querían: Don y Doña Ruiz Castillo: Calle olivos Nº 2, españoles y limpios. María Hanadeka: Calle caspio Nº 8, rusa y ex presidiaria. Luis Jubert: Calle amargura Nº 3, español y limpio.



-Bien- dijo Pierre-. Iremos primero a la calle olivos.
Tras llegar a la calle ya se dieron cuenta que era un barrio de gente adinerada (traducción: podridos de dinero), entraron en la casa Nº 2 y a través de un inmenso jardín llegaron a la enorme puerta de entrada y tocaron al timbre. Salió una mujer mayor y bajita, seguramente sería la sirvienta:
-Buscamos a los señores Ruiz- dijo Paco mientras mostraba su placa de detective-, estamos investigando un asesinato y necesitamos interrogarlos.
Los llevaron a un gran salón donde ya se encontraban los Ruiz.
-No se preocupen, será rápido- aseguró Pierre-, investigamos un asesinato y las únicas pruebas que hemos obtenido han sido un cigarrillo y un cuchillo, ¿practican ustedes la caza?
-No, lo sentimos- dijo Don Ruiz con voz firme-. Fumamos, pero no cazamos, la caza es de bárbaros. Y si ya hemos acabado, tengo negocios que atender.
-Por supuesto-dijo Pierre mientras se levantaba junto con Paco-.
Después de alejarse calle arriba Paco empezó a hablar:
-¿Tú qué crees?- empezó a decir Paco- ¿Dicen la verdad o nos mienten?
-Yo creo que dicen la verdad- respondió Pierre-, por varias razones. Primero, que intenciones iban a tener un pareja adinerada en empezar su historial delictivo. Segundo, el cigarrillo estaba en muy mal estado, como si lo hubiesen aprovechado hasta la última calada, y una pareja rica no tiene necesidad de ahorrar dinero en tabaco. Y tercero, a pesar de ser ricos no cazaban y la muestra era que no había ni una sola cabeza de animal colgada en ninguna pared, ¿qué rico que se precie iba a cazar sin mostrar sus proezas a los invitados?
-Verdaderamente brillante- dijo Paco gratamente sorprendido-.



Tras unas y otras charlas llegaron al hogar de su próximo objetivo: María Hanadeka. Su vivienda no era muy impresionante, era el típico piso que te puedes encontrar en mitad de una ciudad. Tocaron a la puerta y una mujer, de unos 35 años, abrió la puerta:
-¿Desean algo?- dijo la mujer con un notado acento ruso-
-¿Hanadeka?- dijo Paco
-Si. ¿Desean algo?
-Estamos investigando un asesinato- dijo Pierre con seriedad- y nos gustaría entrar.
-Pues claro- respondió Hanadeka con sorpresa-. Adelante
Después de sentarse en un mullido sofá empezó a decir Pierre:
-No tardaremos mucho. Hemos llegado a usted sabiendo que fuma, pero, ¿usted caza?
-Lo siento, pero no fumo, le compro tabaco a un amigo. Y sobre la caza, me encanta, aunque es difícil ejercerla por aquí.
-¿Y, a quien le compra tabaco?
-Lo siento, pero eso es personal, solo le diré que a un amigo.
Y mientras se levantaban para mayarse, Pierre ya maquinaba algunas suposiciones. Ya solo les quedaba uno, Luis Jubert. Luis viví en una casa que, a primera vista, parecía destartalada, pero que, tras invitarlos a entrar vio que estaba sorprendentemente ordenada.
-No le vamos a molestar mucho señor Luis- dijo Paco-. ¿Practica la caza o compra tabaco?
-Fumo, pero no cazo- respondió Luis de forma impasible-
-¿No caza?- preguntó Pierre con un deje de ironía en la voz- Pues usted tiene una bonita cabeza de alce en la pared. ¿Me lo explica?
-Pues claro- masculló Luis-. Es un regalo de un amigo.
-De acuerdo- sentenció Pierre-, discúlpeme y hasta luego.
Tras salir dieron un paseo por la ciudad para aclarar las ideas:
-Tengo un plan- susurró Pierre- pero necesito que invites a todos los sospechosos a una cena con la excusa de que se nos olvidó preguntarles algo… y necesito un disfraz.



Casi a medianoche los señores Ruiz, María Hanadeka y Luís Jubert fueron al restaurante acordado, esperando a un invitado que no llegaría nunca, en la acera de enfrente un Santa Claus los vigilaba con cautela.


Tras dos horas de esperar los comensales se iban a marchar cuando un tipo disfrazado de Santa Claus entró, pidió un vaso de agua, y se marchó, después de esta intromisión los comensales se fueron. Pero el Santa Claus se alejó en la penumbra del restaurante, se sentía observado y aceleró el paso, pero era inútil, se había metido en un parque sin salida y desde la penumbra una sombra se materializó, armado con un precioso cuchillo en la mano, cuando esta se dispuso a atacar otra sombra salió de los arbustos y se abalanzó sobre él, inmovilizándolo.
-Te tenemos asesino- dijo Paco mientras forcejeaba con el criminal-.
-Sabia que eras tú- anunció Pierre-, Luis Jubert, pero sé que no estás solo, ¡sal de tu escondite María!
De unos cubos de basura salió María con las manos en alto:
-Buen trabajo detective- afirmó María resignándose-, pero mi duda es, ¿cómo?
-Sencillo- empezó a decir Pierre- usted no fuma pero le gustaba la caza y le compraba tabaco a un “amigo” y Luís poseía una hermosa cabeza de alce y una caja de tabaco sobre la mesa, a pesar de que el dependiente del estanco dijo que hacía mucho tiempo que no veía a Luís. Y ahora yo pregunto. ¿Por qué?
-Muy sencillo- dijo María. Este botarate se enamoró de mí, y como me aburría con mi rutinaria vida quería un poco de acción, un tipo de acción que no sentía desde mi época delictiva, y junto con él, diseñé un plan para cometer unos asesinatos sin dejar ninguna pista.
-Pues- dijo Paco-, no te salieron tan bien. Pero… ¿Por qué solo a Santa Claus?
-Estamos en Navidad- masculló Luís con esfuerzo-. Un poco de espíritu navideño.
-Bien- anunció Pierre-, pues quedáis los dos detenidos y seréis enviados directos a la cárcel, buen viaje.
Tras llevar a los dos criminales a la comisaría local ambos colegas se fueron de bares lo que quedó de noche:
-Supongo que volverás a Francia- dijo Paco-.
-Puede que me quede un tiempo- afirmó Pierre-, pero no creo que dure mucho.
-¡Pues aprovechemos para disfrutar, otra copa!
Y ambos amigos se alejaron en la penumbra cantando.




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